Por Zaida Sánchez Terrer
La novela “Cada noche, cada noche” de nuestra autora Lola López Mondejar, ya va por la segunda edición. Es una excelente noticia para ella, para los que la queremos , para la editorial… Pero para mí, sobre todo es una excelente noticia para el feminismo. Porque si algo es esta última novela de Lola L. Mondéjar es eso, profunda y rabiosamente feminista. No es fácil, con un planteamiento tan arriesgado y reivindicativo para las mujeres, conseguir ese buen número de ventas. De hecho, muchas buenas novelas no llegan a nada por tener ese rasgo, esa etiqueta de “feminista” que suele echar para atrás no sólo a muchos hombres sino también a muchas mujeres que ven en esa mirada un camino trasnochado, una provocación o un victimismo autocomplaciente.
Esta novela no significa nada de eso. Por el contrario, es como haber abierto una nueva vía de escalada en una montaña de las más inexpugnables, un descubrimiento de lo que estaba a la vista sin ser evidente, una nueva lectura de una novela que es un pilar de la literatura universal pero escondía una trampa que resultaba letal para las mujeres, para las de entonces, para las de ahora y para el futuro de nuestras hijas.
¿Dónde está lo perverso, en lo mirado o en la mirada? Esa es la eterna pregunta que el patriarcado resuelve de un plumazo y que la pluma de Nabokov reafirma pese a su valor literario. Nuestra autora recoge el tema, lo desmitifica, lo rearma de contenido en esa confrontación personaje-autor tan bella, dándole un nuevo sentido a lo escrito. Literatura pura en su función retroalimentadora. Literatura convulsa que se vende y destapa vendas enquistadas en los ojos de mujeres y hombres que se descubren engañados por la tradición y el canon.
Las metáforas son peligrosas porque se asientan en el imaginario social y se hacen virales. Así le pasó a Lolita. Metonimia patriarcal de hondo calado que tanto daño ha hecho a las mujeres encubriendo a los muchos Humbert que circulan por el mundo.
Quiero dar las gracias a la autora por darle voz a las Lolitas, y al hacerlo, por darnos voz a todas las mujeres que nos hemos sentido miradas de esa manera alguna vez presas de culpa, mientras, en realidad, solo estábamos siendo nosotras mismas, abiertas a la vida y escribiendo en nuestro diario.